Interseccionalidad

Para definir el término interseccionalidad, hemos traducido un fragmento del protocolo feminista de La Escocesa, el cual aborda la violencia de género, la discriminación y los conflictos relacionados con el género. Fue redactado por Genera, una asociación que defiende la libertad y los derechos sexuales y de género, especializada en consultoría feminista.
El término interseccionalidad, acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989, es una herramienta que nos permite analizar cómo las opresiones estructurales se entrecruzan en un contexto social determinado. Su objetivo es ofrecer una visión más compleja que un análisis enfocado únicamente en un solo eje (como centrarse solo en el género como la única explicación de todo), al mismo tiempo que sirve para examinar las distintas formas de dominación del poder. Así, la interseccionalidad nos proporciona una perspectiva para entender cómo emergen nuevas categorías sociales y cómo se forman las desigualdades y/o ventajas sociales en sus intersecciones. Esto nos permite ver en qué posición se encuentran los actores sociales dentro de las relaciones de poder en contextos sociohistóricos específicos y cómo tienen diferentes perspectivas sobre diversos problemas sociales.
La interseccionalidad nos ayuda a comprender cómo las diferencias también configuran trayectorias de exclusión/inclusión gradual y, por lo tanto, se establecen de manera asimétrica a través de sistemas como el patriarcado, la homofobia, la transfobia, el clasismo, el racismo o el capacitismo.
¿Qué implica la interseccionalidad y cómo podemos aplicarla dentro de un marco institucional o colectivo?
- Teniendo en cuenta qué ejes de dominación emergen como relevantes en casos de violencia o acoso. No se trata de ubicar la interseccionalidad en las personas, sino de prestar atención a cómo diferentes factores estructurales afectan cada caso, como el sexismo, el clasismo, el racismo o la situación administrativa y de ciudadanía (origen y estatus legal), entre otros.
- Comprendiendo y abordando la vulnerabilidad, enfocándonos no solo en la persona, sino principalmente en las estructuras que generan vulnerabilidades específicas de género, raza, sexualidad o salud y su relación con el resto de estructuras de poder.
- Entendiendo que la forma en que se diseñan las intervenciones y los servicios, así como la manera de concebir la violencia y el proceso de recuperación de las mujeres, está social y materialmente situada y, a menudo, responde a criterios establecidos según las necesidades de mujeres cuya situación se considera «normal» (usualmente las más privilegiadas).
- Prestando especial atención a la accesibilidad de los servicios, identificando las barreras materiales y simbólicas existentes y diseñando acciones necesarias para acercarse a las personas en mayor riesgo.
- Analizando la violencia en términos interseccionales, especialmente en relación con las condiciones económicas, de vivienda y administrativas de quienes la sufren.
- Asegurando reconocer todos los factores que pueden estar afectando a la persona atendida (como servicios públicos que fallan debido a prejuicios, miedo a la presencia policial por falta de estatus legal, etc.).
- Al centrarse en una persona, considerando qué estrategias de intervención pueden reproducir relaciones de poder ya existentes. Es fundamental que las herramientas que desarrollemos no se basen en patrones dañinos de violencia sistémica, sino que generen espacios para la autonomía y el empoderamiento.
El protocolo feminista busca ser una herramienta de transformación y cambio social, no solo en relación con situaciones específicas que puedan surgir en La Escocesa, sino también para cualquier agente cultural que promueva las ideas de justicia feminista y transformadora. Este enfoque permite, por un lado, situar a cualquier persona afectada en el centro de la intervención y, por otro, defender principios que consideramos los más éticos y beneficiosos tanto para el cuidado individual como para la transformación social y comunitaria.