Hospitalidad

La hospitalidad traza y hace tangible una posible imagen de este mundo que para muches es cada vez más rara y cuyo encuentro determina lo que nos llevamos con nosotres y transmitimos a les demás. La hospitalidad es un recurso que se enriquece cuanto más lo usamos. Y, por supuesto, no se trata solo del huésped. Aquelles que acogen y comparten lo que es suyo afirman y fortalecen su propio sentido de pertenencia e identidad; la experiencia conjunta de compartir puede abarcar todo aquello que consideramos importante, ya sean tradiciones, costumbres y pasiones, ideas o planes, pero también fracasos, miedos y vivencias.
En 2020, OFF-Biennale fue invitada por les curadores de documenta fifteen, ruangrupa, a participar en la comunidad lumbung que estaba dando forma al programa de documenta. El lumbung, cuyo nombre proviene de la palabra indonesa para referirse a un granero comunal de arroz, se convirtió en la metáfora central y el modo de operar de esta edición: un espacio de hospitalidad. ruangrupa invitó a comunidades de todo el mundo a colaborar —subvirtiendo así la hegemonía occidental— y les pidió que compartieran sus propias agendas, compromisos y experiencias sobre cómo operan entre sí y con el público de documenta, con el objetivo de crear un modo de funcionamiento radicalmente distinto en términos económicos y colaborativos para esta prestigiosa cita del mundo del arte occidental. La amistad se convirtió en la base de la cooperación, y fueron estas economías las que redefinieron el marco institucional de documenta. Las invitaciones dieron lugar a más invitaciones: las comunidades involucradas por ruangrupa tuvieron la posibilidad de invitar a otras, desbloqueando así los cimientos del funcionamiento centralizado.
Así fue como OFF-Biennale Budapest pudo acoger a varios artistas e iniciativas artísticas, redistribuyendo y multiplicando los recursos que le fueron ofrecidos. El primer desafío a este modo de operar radicalmente nuevo, que puso a prueba el concepto de hospitalidad, fue la pandemia de Covid-19, que impidió los encuentros cara a cara y la posibilidad de encontrarse en persona, limitando la hospitalidad a formas más indirectas a través de referencias. En conversaciones por Zoom, a veces con cientos de personas, hicimos amistades de maneras que nunca habíamos experimentado antes: nos conocimos en línea, jugamos, escuchamos música y festejamos para aliviar nuestra amargura y miedos, mientras intentábamos dar forma al marco de la siguiente documenta y a las bases de una comunidad que pudiera continuar existiendo después.
Se hizo evidente que, mientras para algunes la hospitalidad es un gesto más arraigado culturalmente que define la vida cotidiana, para otres es un proceso de aprendizaje que puede abordarse de maneras muy diversas.
Este aprendizaje requiere menos educación formal y más experiencia. Aquelles que son acogides —y que experimentan diferentes formas de ser recibides y aceptades —se vuelven más abiertes a transmitir estas experiencias. Cuando entramos en el entorno de alguien —su «hogar»— somos recibides no solo por esas personas, sino también por todo su contexto. En el reconocimiento y la comprensión de las diferencias culturales, la experiencia multifacética de estar en ese entorno nos ayuda a captar los puntos de conexión. Sin embargo, en nuestro caso, las oportunidades para ello fueron limitadas, ya que la experiencia sensorial, la inmediatez y los gestos no verbales llegaban a través de un medio inhibidor (la distancia, la mediación, el tiempo y la incertidumbre causada por la pandemia), lo que amortiguaba la fuerza de los mensajes.
Viajamos con la mente, frente a las pantallas, y tras muchos meses, con el levantamiento gradual de las restricciones, cuando pudimos reunirnos en pequeños grupos por primera vez en Kassel, buscamos rostros familiares detrás de las mascarillas. Incluso con el fin de la pandemia, seguía habiendo desafíos; la hospitalidad chocó con los muros rígidos de los grandes eventos artísticos. documenta no logró trascender su propia sombra, y muchos de los que la visitaron se fueron con amargura, incluso antes de lo planeado.
No obstante, la experiencia también nos permitió descubrir muchas de las alegrías de ser huésped y anfitrión, abriendo nuevas perspectivas más allá de las circunstancias dadas. La solidaridad entre comunidades fue el factor principal para que no volvieran a casa con la cabeza baja, como víctimas de los ataques que socavaron los fundamentos de esta edición de documenta. Frente a las dificultades, era crucial que también vivieran experiencias positivas, establecieran compromisos sólidos, asumieran responsabilidades y encontraran consuelo. Para OFF-Biennale, esta visita trajo consigo nuevos amigues, aliades, conocimientos y una serie de temas, comunidades y creadores, además de la valiosa confirmación de que la forma de trabajo que habíamos imaginado y puesto en práctica es fundamental para muches socies globales, lo que nos demuestra que no vivimos sueños ingenuos, sino más bien otra realidad compartida.
Fuimos huéspedes, y gracias a la generosidad de nuestres anfitriones, también fuimos anfitriones —tanto en las solemnes salas del Fridericianum, revitalizadas por la lumbung school, como en la casa flotante Ahoi! (otra sede de documenta fifteen) a orillas del Fulda, donde, en el marco de un proyecto sobre los parques infantiles, invitamos a todes aquelles que consideran el juego como una forma de vida.
El puente que construimos con Recetas Urbanas (el Allesbrücke, el Puente-Todo), que atravesaba el edificio de la casa flotante y conducía al reino de la fantasía, fue un tributo a la hospitalidad de les estudiantes de un colegio local. Les invitamos, y nos acogieron permitiéndonos entrar no solo en su escuela, sino también en sus visiones, en las carencias que habían experimentado y en sus ideas y planes. Todo ello fue elevado al cielo por el Puente-Todo, cuya vida continuó en el patio de la escuela incluso después de documenta.
Fue la generosidad y la confianza de le anfitrione lo que abrió la posibilidad de invitar a nuestres propies invitades. Y aquí se reveló la compleja red de relaciones entre anfitrione e invitade: ruangrupa, nuestre anfitrione, ya era une invitade en Kassel; nosotres éramos sus huéspedes, pero al mismo tiempo éramos también huéspedes de la ciudad y de las comunidades locales. Con el tiempo, resulta difícil seguir quién comparte qué recursos, cuáles consideran propios y qué privilegios reconocen y renuncian. La renuncia aquí no significa pérdida, sino más bien transmisión y, por lo tanto, enriquecimiento. También implica, en cierta medida, dejar ir el control del proceso, ya que esta confianza compartida, esta escalada de la hospitalidad, no permite una mirada centralizada y omnisciente que lo supervise todo. Con esta libertad no solo se nos brindaron oportunidades, sino también un sentido de responsabilidad hacia nuestres invitades, que sin embargo no debe convertirse en un medio de control o censura, ni en una herramienta para reducir la autonomía del huésped.
Regresamos de este viaje con mucho equipaje —muchas experiencias, aprendizajes y también dudas— y la hospitalidad que experimentamos por parte de les miembros de lumbung, les artistas y les niños, y que nos comprometemos a transmitir, es quizás lo más importante de todo.